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¿Pierden los leprosos pedacitos de su cuerpo...?

14 Aug 11 - 10:30




Una cantera inagotable de chistes de humor cruel, al menos antes de la era de lo
políticamente correcto, era sobre los leprosos y su cuerpo cayéndose a pedazos. Sin embargo, hasta donde sabía la ciencia médica a mediados del siglo XX, la lepra tiene que ver con la piel, los nervios y los músculos. ¿Cómo era posible que los leprosos pudieran perder pedazos de su cuerpo, incluso miembros enteros...? Cuando el médico Paul Brand fundó en la India la Nava Jeeva Nilayam (Centro de Nueva Vida) para rehabilitar leprosos, a mediados del siglo XX, tuvo ocasión de estudiar el tema. Y descubrió la realidad detrás del mito. Que era mito... a medias.

La explicación médica corriente es que si existía dicha pérdida, se debía a la atrofia muscular inherente a la lepra. Pero esto no convencía a Paul Brand: había examinado a pacientes negativos (enfermos asintomáticos) que se quejaban de haber perdido parte de sus dedos a pesar de que los exámenes sobre tejidos musculares no mostraban síntomas de lepra. La respuesta le llegó casi de casualidad. Un día, lidiando con una llave para abrir un candado oxidado, un niño leproso se ofreció a abrirla, e hizo el trabajo por él, sin el menor esfuerzo. Pero cuando Brand vio sangre en el suelo, le pidió al niño que extendiera la mano, y descubrió con horror que el niño se había rajado la llave con la mano tan profundo, que el hueso al fondo estaba expuesto. Y todo eso sin que el niño se enterara. A Brand entonces le cayó el tejo sobre lo que ocurría: los dedos de los pacientes leprosos sí se encogen y pueden caerse a pedazos, pero no por una consecuencia directa de la enfermedad, sino porque al verse afectados los nervios y perder la sensibilidad y el sentir dolor, los leprosos se herían ellos mismos con agentes externos sin darse cuenta.

Pero como buen científico, Paul Brand debía todavía corroborar su teoría. Observó durante meses a los leprosos del taller de rehabilitación que atendía, y descubrió que en casi todos los casos, había una correlación entre las heridas y eventual pérdida corporal de los pacientes, y los accidentes laborales o de la vida cotidiana. A tales accidentes todos estamos expuestos, pero los sanos reaccionamos esquivando o retirándonos del agente (por ejemplo, retirando un cuchillo que nos corta), y curándonos la herida resultante, todo ello debido al dolor de la herida en sí. Los leprosos, al no sentir dolor, no tenían señal de alarma, y se herían hasta el punto de la automutilación, o dejaban que sus heridas se infectaran, y todo esto sin darse cuenta. Brand tenía conocimientos de carpintería, y esto le ayudó a diseñar herramientas más seguras para que los leprosos sufrieran menos accidentes. También dirigió su atención a los pies: descubrió que las llagas e infecciones en éstos, y la pérdida de dedos inclusive, se debían al calzado. Mientras que las personas normales usan poco o cambian de calzado si éste no es cómodo, alguien sin sensibilidad como un leproso no puede saber si al caminar con un calzado incómodo o inadecuado, se está lastimando, hiriendo e incluso mutilando sus pies. De manera que Brand también diseñó un calzado especial para que éstos pudieran utilizar.

Quizás el episodio más tenebroso relacionado con el tema, sea el de un chico que acudió a Brand faltándole la tercera parte del dedo índice. El muchacho se había acostado con su dedo intacto, y había despertado sin él. ¿Sería posible que los dedos pudieran caerse con la lepra, después de todo? Brand inspeccionó la cama del chico y el suelo alrededor, convencido de que el pedazo de dedo estaría ahí, si fuere el caso. Pero no estaba: sólo había manchas de sangre. Al verlas con detención, Brand descubrió unas huellas diminutas: las ratas habían conseguido colarse y darse un festín con el dedo del infortunado chico mientras éste dormía, sin que éste por supuesto se diera cuenta en lo absoluto. Paul Brand recurrió entonces a las soluciones de toda la vida, y trajo gatos a la colonia. Y en el equipo que cada paciente recibía al darse de alta, iba incluido un gatito...

Con todo, Brand demostró que en cerca del uno por ciento de los casos, la lepra sí invade los huesos, volviéndolos lo suficientemente quebradizos como para que en efecto puedan separarse. El resultado en este caso es justamente el de la sabiduría convencional sobre la lepra: perder ese pedacito de cuerpo.



FUENTE:
http://sigloscuriosos.blogspot.com

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